Con motivo de las elecciones de este domingo 10N estaremos haciendo una lectura y debate con los textos anarquistas que hemos encontrado que tratan sobre este tema.
A continuación sugerimos algunas lecturas para el debate:
ANTE UN NUEVO FIASCO ELECTORAL -Publicación Rebelión 2019
Por si faltase resaltarlo, gane quien gane las próximas elecciones, el Estado/capital se mantendrá a salvo: ninguno de los contrincantes de tal fantasiosa contienda electoral va a poner en peligro ni su autoridad, ni sus privilegios, ni sus beneficios. En esta ocasión, nuevamente cambian, mutan, se bifurcan y se trans-fugan las y los actores partidarios y/o frentistas, pero el guion sigue siendo el mismo.
Así las cosas, en días subsiguientes se relanza la farsa de sufragio por estos terruños dominados por el estado argentino, donde todos los partidos con posibilidades de obtener la presidencia o de conseguir escaños en el congreso y el senado, comparten los mismos criterios en las cuestiones fundamentales y trascendentales que estructuran al estado y sostienen al capitalismo. Todas esas agrupaciones (con sus “personalidades” o “referentes”) han tenido, y tienen, responsabilidad en las instituciones opresoras del Estado y en la codificación legislativa, jurídica y constitucional que continúe garantizando el funcionamiento del capitalismo, más allá de los distintos disfraces en los que se revista. Sea que haya continuidad o re-cambios de “proyectos” o de “modelos”, lo que se debe garantizar “como sea”, en este caso a través del acto electoral, es la continuidad del orden establecido, en especial por medio del teatro sufragista que posibilite reforzar la creencia de estar -o de “participar”- en un
sistema político “ideal” (el democrático) motorizado por esquema de partidos o frentes que compiten entre sí por modelos políticos en apariencia “diametralmente antagónicos”.
Por otra parte, la democracia, desde hace aproximadamente 2500 años a la fecha en Occidente, ha resultado ser –con intervalos- el sistema político que se presta a los más enconados elogios por parte de los campeones de la retórica criminal del estado. Tanto ayer como hoy (salvo por los opresores del interludio romano imperial y cristiano-medieval; y salvo por las diferencias de criterio aplicados en la Grecia clásica y los rescatados por los adalides de la ilustración del siglo XVIII), es un artilugio caro a los poseedores de los medios de producción y dominación que explotan a las y los desposeídos: a las “bestias humanas” a quienes los y otrora poseedores y detentores del estado les lavan el cerebro y lo someten bajo distintas afrentas y formas, día tras día.
Retomando la actual contienda electoral, advertimos que los medios masivos de (des) información juegan y jugaran un rol fundamental: todos -aunque parezcan posicionados por tal o cual facción, frente, o partido político- defienden y sostienen al Estado y al capitalismo. En este teatro, conjuntamente con otros think tank, ong’s, influencers y trolls, son los emisarios predilectos para “colocar los focos sobre el escenario”, para transmitir la ilusión óptica y psíquica que produzcan las subjetividades contendientes a estipular en la población la creencia y la confianza en la disputa partidista, en la posibilidad de “alcanzar cambios sociales que beneficien a todos los sectores de la sociedad”, a través de los procesos electorales, que controlan, dirigen y propagan ipso facto los grupos o sectores dominantes a través de los distintos medios de imposición y alienación colectiva que poseen. Así, con las redes socio-virtuales, la televisión, la radio o (lo que queda de) la prensa escrita, introducen “hasta en la sopa” las disputas, peleas, insultos y reproches entre “cuadros políticos”, partidos o agrupaciones, buscando hacer convencer de que representan sistemas distintos, poniendo sobre la mesa disputas sobre temas y asuntos que no cuestionan per sé al sistema: ni a su funcionamiento, ni a las relaciones de opresión y dominación que lo sustentan.
La continua representación mediática y virtual del espectáculo político, hace que los distintos sectores de la población se vean tomando partido por uno o por otro de los contendientes, creando así los vínculos psicológicos y las complicidades necesarias que insten a llevar a esos “estratos populares” a justificar relatos, acciones, discursos y demás diatribas escatológicas de las y los candidatos, para, al unísono, ocultar la realidad existente fuera de las pantallas, elementos portátiles, pcs y televisores; y para reproducir las aparentemente “autónomas” y “objetivas” cosmovisiones que intentan instalar en el ágora social (lo que queda de) la prensa escrita, las páginas web y los blogs, por ejemplo. En medio de semejante contexto, en el simulacro electoral queda demostrado que el voto no es “libre” ni mucho menos “secreto”, como lo quieren vender a toda costa las y los exégetas del sistema. Las y los “respetables” ciudadanos votantes, entonces, están altamente influenciados, manipulados, dirigidos y arriados por los “clásicos pastores de rebaño” de turno (punteros, caciques, “dirigentes sociales”, y demás lacras mediadoras entre el plaguerío político y “el llano de a pie”), por los agentes pseudopublicitarios de los recién nombrados mass media, por otros “creadores de opinión” (traducidos en los también recién citados think tank, trolls e influencers), y por otras tantas agencias de distorsión y tergiversación psicosocial que deciden qué es noticia y qué no, que temas o asuntos deben cautivar la atención de la opinión pública y cuáles no, y que candidatx es más “elegible” y cual no.
En este marco, la mísera política se manifiesta en la constante reproducción de la realidad social como mera representación teatralizada de sí misma. El supermercado político es un constante reality al que, no obstante, se le nota cada vez más la colosal maquinaria de poder alienante en la que se apoya. Sin embargo, aunque se arribe a una progresiva mayor conciencia sobre la farsa de la realidad cotidiana -que también, como decimos, se traduce en el escenario político- el sistema como totalidad aún funciona incuestionablemente, porque instala en el tejido social la sensación de la inexistencia y/o imposibilidad de que algún enemigo real lo
destruya o lo sustituya.
Así, constantemente, pero de manera más tenaz durante los fiascos electorales, la patética novela que constituye el parlamentarismo y la representación política entran en “guerra sucia” tragicómica, en la que la sensación de que es todo un inmenso espejismo persiste como una tele-(i)rrealidad-virtual representada ante un público/población anestesiado y embrutecido. Mediante estos siniestros mecanismos, se intenta justificar, legitimar, consensuar o instalar la hegemonía vernácula de tal o cual “modelo de país” o de figura política de turno como resultante de falsas disputas de campaña, impuestas bajo una polarización que se teatraliza como “grieta” de falsa “cris-pasión”.
Además, en este maquiavélico juego de campaña electoral, la banalización de la realidad social -en medio de un patético entrelazado de la exhibición de situaciones de la miseria cotidiana con programas de entretenimiento de lo más alienante- hace que la morbosa presentación de casos de pauperización extrema (como por ejemplo el caso de la gente en situación de calle que muere de frío) conjuntamente con la presentación de propuestas de “políticas públicas” para “mitigarlos” -a cuál más falsas, oportunistas, tramposas e inútiles a la hora de erradicar de veras tales problemáticas- es también un cruel artilugio utilizado en tal espantoso simulacro político de las y los candidatos en campaña, y de los medios masivos de (des)información (también en campaña).
Entonces, todas las facciones que admiten la falacia del circo parlamentario –al percibirlo y promocionarlo como espacio “efectivo” de acción política para solucionar los problemas de la sociedadparticipan de esa gran patraña; con la hipócrita diferencia de que -en pos de que parezca que hay “genuina disputa”- unas facciones bendicen el mecanismo económico del sistema, y otras pretenden hacerles creer a las víctimas del estado/capital que les mueve un “espíritu humanista” o progresista, una empatía con su situación de emergencia; y hasta, algunas, en el colmo de un fingido candor, intentan hacerles creer a las y los desfavorecidos del sorteo de dádivas del sistema, que poseen un deseo de emancipación real para con ellxs. Sí: campeones en caradura, eso es lo que son las lacras politiqueras.
Queda a las claras que el estado/capital solo se limita a intentar la conservación en el mayor tiempo posible del actual status quo, no importa con qué medios circunstanciales o coyunturales busque lograr ese cometido; ya está visto. El sistema no puede ni busca, en lo más mínimo, resolver sus contradicciones fundamentales: el estado/capital necesita tanto del espectáculo -es decir de la representación teatralizada de nuevos umbrales de falacia- que oculte la realidad miserablemente intrínseca del estandarizado, declinante y devastador parámetro vital que impone; como de una creciente y constante sofisticación de su aparato represivo-punitivo, si es que los medios silenciosa e ideológicamente alienantes de la parodia diaria ya no arrojan los resultados coactivos esperados.
Por tanto, los señuelos que el estado/capital inserta a las y los golpeados por las crisis, en pos de mandarlos a quijotear contra molinos de viento, juegan un papel fundamental, más en tiempos de campaña electoral: ya que buscan lograr que la rabia colectiva quede atrapada en la ciénaga reformista que le otorgue renovado oxígeno al sistema, imponiendo sucesivas y/o intercaladas “alternativas” políticas para seguir alargando su patético laberinto, entre tantas otras tetras, claro está.
Esos dispositivos son los mismos (pero trans-formados) atrapa-sueños discursivos, condicionantes y operantes que el estado/capital ha puesto (y pone) en marcha para ocultar o matizar su devastadora matriz opresora. Más que nada cuando los más virulentos coletazos de las crisis que el mismo sistema genera, comienzan a tornarse inocultables o indisimulables. De hecho, “pan y circo” es una máxima (y una praxis) que el estado viene implantando desde mucho antes que las “explotadoras y expoliadoras economías de mercado” entren en vigencia, como ya, escueta, paralela e históricamente, estuvimos repasando en el presente escrito.
No obstante, volvemos a resaltar que una de las trampas más elaboradas que ha instaurado el estado (ya más “en-capitalizado” o en vías de) a lo largo de su historia, ha sido el parlamentarismo: ese pretendido “racional” y “civilizado” ágora de trifulcas inexistentes (pero eso sí: muy “aparentes”) que tiene como rígida receta la obligatoria aceptación de condiciones que nieguen la posibilidad de derribar el sistema político- económico en el que se asienta, simplemente por el hecho de que la “mayoría parlamentaria” necesaria para tal cometido es a propósito casi imposible de obtenerse, porque el intrincado mecanismo de soborno, de chantaje, o directamente de la violencia implícita o explícita del poder estatal-burocrático-económico, montado sobre la falsa representatividad parlamentaria que infiere, lo impide. Y, en caso de que esa mayoría parlamentaria llegase a producirse, el sistema tiene ya establecidas sus fórmulas gatopardistas -sus “haz en la manga”- para que, no obstante, nada cambie, nada se trastoque en esencia.
Para ir concluyendo el presente bosquejo, aseveramos que los tiempos que corren -por ejemplo, por medio del infumable espectáculo de la comedia política que ha llegado a semejantes y estúpidizantes niveles de sainete y farsa ya abordados aquí- reflejan, más que nunca, que cualquier adscripción por la vía democrático-electoral (u omisión o connivencia mediante la vía dictatorial) a cualquier tipo de reformismo, transformación, regeneración, reacción, o aparente “cambio” del sistema –votando o aplaudiendo al darwinismo económico (tan caro al neoliberalismo), a la socialdemocracia “progresista” (pero tan burguesa), al “populismo” fachistoide, o cualquiera de las tantas otras pantomimas partidistas que de extremo a extremo conforman el nauseabundo espectro político (y militar)-, no solo significa la más absurda de las pérdidas de tiempo, sino que, fundamentalmente refleja la manera más degradante y humillante de rendirse y someterse, resignada y pasivamente, a esas coyunturales o circunstanciales recetas alienantes y paliativas que usa el sistema para perpetuarse.
Por tanto, ya dejamos a las claras que tu voto (o tu consentimiento) te convierte sistemáticamente – ¡sí!, a vos “hija o hijo de vecinxs”- en cómplice de tu propia opresión, al delegar en las y los verdugos democráticos o dictatoriales de turno el tránsito de tu propia (y única) vida.
¿Cabe hoy día, entonces, plantearse la posibilidad de entrar en una guerra social cabalmente destructiva y violenta contra ese monstruoso -pero tan frívolo- leviatán “de mil cabezas” (es decir contra el estado/capital)?
Consideramos que más que nunca, porque, como dicen aquellos queridos compas, “MIENTRAS EXISTA MISERIA, HABRÁ REBELIÓN”.
“Si el voto cambiara algo, sería ilegal”
Enébe
Se puede encontrar en Contramadriz.
Luego este libro a partir de este link:
De los que sólo trataremos los textos finales de Bonanno, ya que son más cortos y conclusivos. Aunque si nos animamos lo leeremos todo.
También tendremos presente este fanzine:
https://contramadriz.espivblogs.net/files/2019/04/Pu%C3%B1alada-a-la-democracia-imprimir.pdf
que se encontrará impreso en la Emboscada para leerlo. Sobretodo le daremos importancia a los mitos de la democracia y a las 10 puñaladas a la política.
Grupo de lectura anarquista de La Emboscada
Todos los domingos de 18h a 21h.